La comida de este país africano es como las costumbres matrimoniales de sus tribus y de su propio presidente, Jacob Zuma, líder zulú que tiene cinco esposas y 21 hijos
La gastronomía de uno de los países más diversos del orbe es hija de los cruces de las culturas negras, como las zulu y xhosa, y las tradiciones culinarias india, holandesa e inglesa, además de las sazones que aportaron inmigrantes alemanes y esclavos malayos.
En los centros comerciales y restaurantes conviven los populares biltong, una carne seca en mil aromas, con el estofado Potjiekos y una pastelería europea presidida por los Malva Putting y las duras galletas rusks.
Ahora bien, si uno camina por el mundo sin evitar emociones, debe pedir chile para cualquier comida que le ofrezcan. A su propio riesgo.
Y si uno es un aventurero, la lista de manjares es larga y dudosa. Se inicie la degustación con un estofado floral, el waterblommetjie bredie, y se acompaña la travesía con amasi, una leche ácida. No debe faltar el bunny chow, el pan relleno con curry, ni mucho menos se puede dejar fuera el dulce koeksister como postre.
Ahora, si uno es un guerrero, se debe someter el cuerpo al rigor de un vetkoek, un sabroso pastel de grasa frita, relleno de carne picada y servido con mermelada. Y que no falte el chile.
Si se sobrevive, se puede insistir con el bobotie, un pastel de carne malayo con pasas y cocinado con huevo por encima, a menudo servido con arroz amarillo, sambals, coco, banana en rodajas y chatni. Suave.
¿Y PARA TOMAR?
Si tiene suerte, podrá acompañar todo con una cerveza de trigo fermentado, la Umqombothi. Si no, puede optar por una de cebada de Mozambique, de un negro tan intenso que le hará dudar de su parentesco con sus pares irlandesas. “¿Es esto cerveza?”, preguntó más de un turista estos días.
La gastronomía de uno de los países más diversos del orbe es hija de los cruces de las culturas negras, como las zulu y xhosa, y las tradiciones culinarias india, holandesa e inglesa, además de las sazones que aportaron inmigrantes alemanes y esclavos malayos.
En los centros comerciales y restaurantes conviven los populares biltong, una carne seca en mil aromas, con el estofado Potjiekos y una pastelería europea presidida por los Malva Putting y las duras galletas rusks.
Ahora bien, si uno camina por el mundo sin evitar emociones, debe pedir chile para cualquier comida que le ofrezcan. A su propio riesgo.
Y si uno es un aventurero, la lista de manjares es larga y dudosa. Se inicie la degustación con un estofado floral, el waterblommetjie bredie, y se acompaña la travesía con amasi, una leche ácida. No debe faltar el bunny chow, el pan relleno con curry, ni mucho menos se puede dejar fuera el dulce koeksister como postre.
Ahora, si uno es un guerrero, se debe someter el cuerpo al rigor de un vetkoek, un sabroso pastel de grasa frita, relleno de carne picada y servido con mermelada. Y que no falte el chile.
Si se sobrevive, se puede insistir con el bobotie, un pastel de carne malayo con pasas y cocinado con huevo por encima, a menudo servido con arroz amarillo, sambals, coco, banana en rodajas y chatni. Suave.
¿Y PARA TOMAR?
Si tiene suerte, podrá acompañar todo con una cerveza de trigo fermentado, la Umqombothi. Si no, puede optar por una de cebada de Mozambique, de un negro tan intenso que le hará dudar de su parentesco con sus pares irlandesas. “¿Es esto cerveza?”, preguntó más de un turista estos días.
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